La mayoría de las plantillas están completadas a estas alturas de la película y los equipos que aún tienen algún puesto libre en su roster están relativamente atados de pies y manos pudiendo ofrecer sólo el salario mínimo a los jugadores que podrían cubrir dichas vacantes. Ya no hay historias de grandes fichajes. De hecho no hay grandes jugadores, estrellas de máximo nivel, libres en el mercado y los rumores han desaparecido. Es momento de empezar a trabajar con lo que se tiene y ya se volverá a pensar en intercambiar cromos pasadas las Navidades. Ningún jugador realmente importante va a ser cortado ya, ni antes del training camp ni durante el mismo, excepto que se produzca un cataclismo. Por lo tanto la única ‘diversión’ ahora es ver en qué estado de forma se presentan los cracks a los campamentos de sus respectivos equipos, quién va pasado de peso y quién no o si algún rookie es capaz de comerle la tostada a alguien con ciertos galones. Dicen que quien no se contenta es porque no quiere, pero es que en realidad nos queda poca cosa más.
De aquí a que empiece la temporada y haya algo de acción, vamos a vivir un periodo de transición un tanto tostón. Es así. La vida del aficionado/periodista/friki de la NBA es dura en este periodo de tiempo. Hasta la segunda quincena de octubre vamos a bostezar más de una vez. Sonreiremos con las apariciones publicitaras de algunos jugadores y revisaremos una y diez veces los vídeos con highlights de la pasada temporada o este verano (Youtube es nuestro mejor aliado), pero bostezaremos más que disfrutaremos. Eso sí, cuando se acerque la fecha llegarán las mariposas en el estómago. Empezarán los nervios. Se harán oficiales los nuevos uniformes de los Brooklyn Nets, que ya crean polémica, y alguno que otro saldrá corriendo a comprarlos… y entonces, casi sin darnos cuenta, estaremos ya metidos en materia de nuevo. Todo volverá a tener sentido.
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