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Antes de afrontar una nueva reunión para intentar salvar el inicio de la temporada, jugadores y propietarios evalúan las fuerzas del rival y sus puntos débiles.
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Los dueños de las franquicias ven como un signo de debilidad el enfrentamiento que tuvo la estrella de los Heat con el comisionado de la NBA.
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Por su parte, el sindicato de jugadores, sabe que si mantiene su apuesta los propietarios de franquicias más pequeñas empezarán a ceder ante el alto riesgo que para ellos supone suspender la temporada.

Los jugadores de las 30 franquicias de la
NBA deberían estar ahora mismo contándose cómo les ha ido el verano en
el primer día de entrenamiento de los campus de pretemporada. Sin
embargo, se encuentran desperdigados por todos los rincones del
planeta, a la espera de que se solucione el conflicto laboral que
mantiene el cierre en la NBA. Tras la reunión mantenida el pasado 1 de
octubre, en la que ambas partes permanecieron encerradas más de siete
horas, las posturas de jugadores y propietarios se mantenían bastante
lejanas como para pensar en un acuerdo. Con todo, tanto unos como otros
parecen haber visto pequeños rayos de luz de cara a una nueva reunión
que tendrá lugar este lunes.
Un nuevo encuentro que tiene como objetivo
salvar el inicio de la temporada regular, que debería comenzar el
próximo 1 de noviembre, y que también servirá para evaluar las fuerzas
de cada una de las partes y los puntos débiles del rival. Algo que unos
y otros han comenzado a detectar y esperan que por ahí puedan empezar a
encontrar una solución a un conflicto tan largo como está siendo la
negociación del nuevo convenio colectivo de la Liga.
Los propietarios se mantienen firmes en su
idea de un límite salarial rígido (o por lo menos en una tasa de lujo
más dura para aquellos equipos que gasten más de lo necesario),
mientras que los jugadores no están dispuestos a bajar del 50% en el
reparto del BRI. Sin embargo, ambas partes parecen haber encontrado
pequeños resquicios por donde poder atacar al rival. Y ambos tienen un
denominador común: la clase media.
Los dueños de las franquicias están
frotándose las manos tras el calentón de Wade en la reunión del pasado
viernes. La estrella de los Heat perdió los nervios y se encaró con el
comisionado de la NBA, David Stern, a quien gritó: “Tu no me señalas
con el dedo…no soy tu hijo”. Lo que iba a ser una medida de presión
contra los dueños de la Liga se convirtió en un arma de doble filo para
el sindicato.
Al menos eso piensan los dueños de las
franquicias, que creen que si una gran figura como Wade, que cobra 15
millones de dólares por temporada, está tan nerviosa, cómo estarán
aquellos jugadores de clase media y baja que no tienen esos salarios.
Porque una cosa ha sido el verano y las amenazas de no cobrar y otra es
ver, como va a suceder a partir de ahora, que no llegan los cheques
con tu sueldo.
Este es el clavo ardiendo al que se agarran
los propietarios. El resquicio que ven para intentar llevar la
negociación a su terreno y que sean los jugadores los que cedan en sus
pretensiones puesto que saben que cuanto más se demore el comienzo de
la temporada, más nerviosos se pondrán aquellos jugadores que no son
considerados estrellas.
Lo mismo sucede en el otro bando. El sindicato de jugadores, con Derek Fisher
y Billy Hunter a la cabeza, comienza a ver cierto nerviosismo entre
los propietarios de las franquicias más pequeñas. Fisher y Hunter saben
que una gran parte de los ingresos de estos equipos provienen de la
venta de entradas y del ‘merchandising’ que generan cada partido. Por
ello, cada encuentro que se pierda durante el ‘lockout’ supone una
parte importantísima del presupuesto de estas franquicias. Y por ahí es
por donde van a comenzar a atacar los jugadores. Saben que el tiempo,
en este caso, corre a su favor.
Los propietarios de estas franquicias son
los más radicales en sus exigencias. Son aquellos que piden un límite
salarial rígido, o por lo menos inflexible en sus castigos, para
intentar competir en igualdad de condiciones con los más grandes. Sin
embargo, no pueden permitirse perder ni un partido de la temporada
regular y si el conflicto se alarga demasiado en el tiempo podrían
comenzar a ceder en sus pretensiones y admitirían medidas más flexibles
en cuanto al marco de contratación.
Es decir, que tras todo esto, estamos igual
que estábamos, pero con dos partes que empiezan a mostrar signos de
debilidad. Ahora falta por ver quién suelta antes la cuerda.

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