Un amigo que también es redactor deportivo, al comienzo de su carrera, le preguntó a un veterano colega cómo había disfrutado su carrera profesional cubriendo partidos, entrevistando personajes y demás. "Bien, los primeros 25 años fueron geniales", le dijo el anciano con una pequeña sonrisa en su rostro.
Luego vino la encogida de hombros: "Después de eso, bah".
No es que el colega perdiera el interés. Pasó que sus jefes comenzaron a cambiar los muebles alrededor, descubrieron nuevos fenómenos (algo como lo que él había sido al inicio de su carrera) y comenzaron a superar lo que hacía el veterano.
Es la curva de la carrera con la mayoría de la gente está familiarizada, algo que también acaba de descubrir Shaquille O'Neal.
Y eso está bien.
Relojes de oro y una pension cómoda después de 30 o 40 años desempeñándose en un mismo empleo es algo que la gran mayoría ve como una reliquia. Algunas veces, para los que tienen más suerte, es el amor por su trabajo lo que les permite transferir su pasión par aparentemente hacer un trabajo menos importante.
En el caso de O'Neal, esos 30 o 40 años que trabajan los ciudadanos del común son el equivalente a sus 18 temporadas en la NBA. Él es el anciano ahora. Y quizás –debido a su deseo de jugar con los Boston Celtics con un contrato a dos años y por cerca de 2,8 millones de dólares –uno siente como si se estuvieran burlando o revolviendo la cabeza en una batidora tras mirara la hoja de vida de Shaq.
Pero O'Neal no tiene que pedir excusas porque sigue activo o por seguir jugando a las escondidas con todas sus etiquetas.
En vez de lo anterior, él tiene una gran compañía de jugadores que han hecho lo mismo:
• Robert Parish: Charlotte Hornets, 1994-96; Chicago Bulls, 1996-97.
• Karl Malone: Los Angeles Lakers, 2003-04.
• Gary Payton: Milwaukee Bucks, 2002-03; L.A. Lakers, 2003-04; Boston Celtics, 2004-05; Miami Heat, 2005-07.
• Scottie Pippen: Houston Rockets, 1998-99; Portland Trail Blazers, 1999-2003; Chicago Bulls, 2003-04.
• Allen Iverson: Denver Nuggets, 2006-08; Detroit Pistons, 2008-09; Memphis Grizzlies, 2009; Philadelphia 76ers, 2009-10.
• Nate Thurmond: Chicago Bulls, 1974-75; Cleveland Cavaliers, 1975-77.
• Hakeem Olajuwon: Toronto Raptors, 2001-02.
• Patrick Ewing: Seattle SuperSonics, 2000-01; Orlando Magic, 2001-02.
• Bill Walton: Boston Celtics, 1985-87.
• Michael Jordan: Washington Wizards, 2001-03.
Todos son o serán jugadores del Salón de la Fama. Todos se identifican con una franquicia en particular. Todos hicieron un pequeño cambio al final de sus trayectorias.
Algunos de esos cambios de equipo tardíos funcionaron mejor que otros. Payton logró su anillo de campeón con los Heat, Walton obtuvo su segundo aro con los Celtics. Thurmond fue valorado lo suficiente (por su carácter más que sus 5,0 puntos por partido y 6,3 rebotes por encuentro en 114 choques) en sus dos temporadas con los Cavaliers y le retiraron el número de su camiseta. ¿Los otros? Bien, no sucedió lo mismo.
Aún así se mantuvieron, buscaron más anillos, se ganaron sus contratos y recibieron sus salarios, debido a su orgullo, su ego, su curiosidad, su hábito o su miedo de lo que pudiera pasar tras el retiro. O quizás – con lo tonto que pueda sonar en un mundo donde todo lo que se hace debe tener alguna motivación – por amor al juego, por la satisfacción que da el hecho de sentir que aún se puede competir y el deseo de seguir siendo un "soy" antes que convertirse en un "era".
En cierto momento, en un determinado nivel, todos nos convertimos en un “era”. Muchos de nosotros no podemos esperar a que llegue ese instante, de levantarse en la mañana y tomarse la segunda taza de café hecho en casa. O'Neal no está dispuesto a hacer eso y, sin importar las razones, me alegra.
No puede estar jugando simplemente por el dinero, menos tras una carrera en la NBA donde ha ganado más de 290 millones de dólares y muchos más por actividades realizadas fuera de las canchas. Debió ser humillante para O'Neal el hecho de gorrear por un trabajo este verano mientras que los agentes libres más brillantes se llevaban toda la atención y eclipsaron a los demás. También debió ser irritante el hecho de ganar menos dinero que la mayoría de los jugadores de la NBA la temporada siguiente (y menos de un tercio de los que obtendrá Darko Milicic).Pero no parece factible que escuchemos alguna queja de O'Neal acerca de su salario.
No sigue jugando por conseguir los hitos individuales que conocemos. Con 28.255 puntos, O'Neal es el séptimo mayor encestador en la historia de la NBA/ABA y no se ve claro que pueda alcanzar a Moses Malone (29.580) y mucho menos que llegue a los 30.000 puntos. Ocupa el lugar número 15 en rebotes totales (12.921) y probablemente no alcance a meterse entre los diez primeros (Walt Bellamy, con 14.241).
¿Por ego? Seguro, O'Neal extendió su carrera debido a eso. Seguramente quiere un tour de despedida en la temporada 2011-12, al igual que la que tuvieron en su última temporada Kareem Abdul-Jabbar y Julius Ervin, algo que muy pocos lograron del listado que citamos anteriormente.
Cualquiera que sea su motivación y para tomar la decisión de vestirse de verde, él dará lo mejor que tenga en su limitado role. Por los seguidores de los Celtics y de la NBA. Los Celtics no consiguieron un cuerpo grande, sino al más grande para tapar al menos el hueco más gigante que tienen. En un mundo perfecto, el entrenador de Boston, Doc Rivers, hubiera tenido a Kendrick Perkins toda la temporada y después ubicaría a O'Neal, en z de que fuera al contrario, pero la extensa rehabilitación de Perkins de su cirugía en la rodilla creó un vacío y Shaq lo tapó. Defensivamente, Rivers y Kevin Garnett desearían que Shaq tuviera el pelo largo para jalarlo. Pero puede golpear y controlar bien los rebotes defensivos. En la ofensiva debe hacre algo más que Perkins, cuyo juego en ataque fue decayendo mientras se disputaba la temporada pasada.
¿Química de equipo? No hay problema. Este fue un grupo que, en los tres años pasados, abrazó a Sam Cassell, le dio una camisa de fuerza a Stephon Marbury, le dio la bienvenida a Rasheed Wallace y recibió verdadera ayuda de Nate Robinson. En este instante, el vestuario de los Celtics puede controlar a Charlie Sheen.
Para los fanáticos, existen muchas razones para disfrutar de las distintas facetas de Shaq. A muchos de nosotros nos gusta ver a un hombre grande y troglodita en la liga, un muchacho que clava le balón cada vez que puede. Toda una generación de jóvenes seguidores quizás no recuerden a los dinosaurios que jugaban de esa manera.
O'Neal ya es una espina para los fanáticos de los of Lakers, quienes escucharon hace unos días al presidente de los Celtics, Danny Ainge, mencionado el nombre de Shaq y el "campeonato número 18" en la misma frase. Y la verdad es que este hombre grande es divertido de observar, algo que la NBA siempre necesita.
Entonces mientras Shaq juegue bien y Boston siga peleando por el titulo de la Conferencia Este, yo me pongo a pensar en otros jugadores que llegan al final de sus carreras y acerca de algo que dijo Brett Favre sobre este tema hace un anio. Cuando le preguntaron si estaba preocupado de dañar su legado con un nuevo regreso a las canchas con un nuevo equipo, Favre dijo, "Es mi legado".
Cada uno trabaja para eso. Esta vez fue el turno de Shaq.

