Por Osvaldo Rodríguez Suncar
La Liga Dominicana de Baloncesto (Lidoba) decidirá su suerte este año, dependiendo de si realiza o no el que sería su quinto torneo, y en la forma en la cuál lo celebre: exitosamente o si resulta un fracaso.
El circuito que nació en el 2005 caminó con éxito de la mano de su entonces presidente, Pedro Leandro Rodríguez, en sus primeras tres temporadas. Claro, un éxito relativo. Porque hubo equipos que cada año perdieron dinero, casi siempre por su mala administración.
En el aspecto organizativo el certamen llenó las expectativas creadas por sus socios (la Lidoba es una compañía) y sus ejecutivos, entre ellos Pedro Leandro, quien no siguió como presidente después de cumplido su tercer año en el puesto, para el cual se hacían elecciones cada año.
El nivel competitivo fue óptimo, en esos tres primeros años. La Dirección Técnica, a cargo de Nelson Ramírez, hizo recordar los mejores tiempos del torneo en el Distrito Nacional. La seguridad en las instalaciones donde se disputaron los juegos fue de primer orden. Los partidos comenzaban a la hora para la cual eran pautados. Las medidas disciplinarias se cumplían en más de un 95 por ciento y aquellos pocos infractores eran sancionados sin contemplaciones, ni privilegios.
La comercialización general del certamen en esos tres años recaudó alrededor de 30 millones de pesos. La difusión del certamen por medio de la televisión, la radio, los periódicos, una página web, fue amplia y mejoraba en calidad y cobertura cada año, así como la calidad técnica del certamen. Las perspectivas de crecimiento eran buenas.
Hubo localidades tales como Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís y San Cristóbal donde el respaldo del público al torneo fue consistentemente bueno. En La Romana, en dos de esos tres años fue bueno. En San Pedro de Macorís, también.
Las plazas del Distrito Nacional y Santiago de los Caballeros fueron las de menos respaldo del público y se puede asegurar que el respaldo fue deficiente en cada una de ellas.
¿Qué falló, entonces?
Los dueños de los equipos en la Lidoba, en sentido general, no entendieron un aspecto fundamental de su existencia: era distinta, en esencia, a los torneos provinciales y el del Distrito Nacional, los cuales tienen como organismo rector a la asociación de baloncesto de la localidad.
En cambio, en el torneo de la Lidoba, el rector del mismo está llamado a ser el grupo que forma los equipos, los dueños, con todas sus consecuencias y responsabilidades.
Así el buró directivo de la Lidoba, el organizador del torneo, estaba formado por empleados o ejecutivos incluidos su presidente y los dueños de los equipos.
Los compromisos de la Lidoba, por tanto, eran los de todos y cada uno de los equipos. Sus responsabilidades también, como socios de una compañía.
Eso no lo entendieron algunos dueños que quisieron ver el buró directivo de la Lidoba como ven los clubes a los comités organizadores y las asociaciones de sus respectivas localidades: como entes extraños, ajenos a ellos.
Esa visión errada de la estructura del que se suponía un negocio del cual eran dueños y la falta de dinero para invertir tienen a la Lidoba cerca de desaparecer.
Béisbol como ejemplo
Los dueños de la Lidoba que son los mismos dueños de los equipos, deberían tomar la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana como ejemplo.
En esa liga, su presidente, Leonardo Matos Berrido, es un árbitro que eligen y pagan los dueños de los equipos. Pero los dueños de la Liga son los dueños de los equipos, para asumir compromisos y responsabilidades, así como para disfrutar de sus beneficios.
La visión paternalista que existe en los torneos provinciales de baloncesto y en el del Distrito Nacional, en los cuales muchas veces se espera que sea el comité organizador del torneo o el comité ejecutivo de la Asociación el que resuelva el problema, no tiene cabida en una entidad como la Lidoba. Porque si la tiene, solo el fracaso le espera a esa entidad.
De media distancia: Sentí la vergüenza ajena en estos días, al escuchar en una transmisión por radio del baloncesto superior del Distrito Nacional, cuando dijeron varias veces que un equipo que estaba perdiendo era el que ganaba. Y lo peor fue que al concluir el cuarto, el comentarista analizó por qué ese equipo que estaba supuestamente en ventaja, dominaba el partido, cuando en verdad lo perdía....Con frecuencia, las transmisiones por radio de los partidos de baloncesto comienzan con el juego ya en proceso...Otra cosa, en ninguna de las transmisiones, ni en la radio ni en la de televisión, se dice cuántos puntos lleva cada jugador de manera individual. ¡No hay quién lleve los puntos! Tampoco las faltas personales...Y ni pensar que te digan cuál es la defensa que tienen implementada los equipos....En radio, todos los tiros son iguales, excepto los de tres puntos: “La tira fulano, la tira mengano”....Por Dios, digan de dónde la tiró: si del lateral derecho o del izquierdo, si de la copa, si desde el poste bajo, desde el poste alto (línea de tiros libres). Digan dónde está la bendita pelota...En televisión están narrando radio (y mala). Son escasos los juicios de valor sobre lo que ve la gente... ¿Y los anuncios? Ahí sí el desorden es grande. Aseguran los narradores, comentaristas y locutores comerciales que no les entregan a tiempo las pautas de los comerciales, con las llamadas incidencias. Y hasta afirman, que se ven precisados a leer las escasas vallas del redondel para recordar cuáles son los anuncios, porque no les han sido entregados aún los textos al momento de la transmisión...En Coral 39 volvieron a cortar la transmisión faltando cuatro segundos para concluir el último cuarto... ¡Una necedad!

